Casa fresca y ligera
Muchos aprovechamos las vacaciones y hacemos una pequeña maleta para salir de viaje, aunque sea al pueblo de al lado, y cambiar de aires. Vamos en familia, con amigos o solos y rompemos la rutina casera de recoger, limpiar, poner lavadoras, hacer la compra y lidiar con la sensación de falta de tiempo.
La cuestión es que salimos, nos instalamos en casa de amigos, un apartamento, una furgoneta o un hotel y cambiamos el chip totalmente. Dejamos atrás las obligaciones y hacemos vida (o vidorra) con poca ropa en la maleta y muchas menos cosas de las que tenemos en casa. Igual seguimos cocinando o cuidando de nuestros hijos, pero todo tiene un aire más fresco y ligero.
Cuando acabamos las vacaciones, sea un mes o tres días, y volvemos a casa después del parón nos damos cuenta de que lo que tenemos en nuestro hogar, dulce hogar, no es tan necesario como creíamos. Que no hemos necesitado la mayoría de cosas “imprescindibles” que tenemos en casa y hemos sobrevivido fantásticamente. Incluso mejor que el resto del año. Ni siquiera nos hemos puesto toda la ropa que habíamos metido en la maleta “por si acaso”.
Esta revelación sobre la inutilidad de los objetos que conforman nuestra casa es muy potente. Este es el momento ideal para revisar lo que vive con nosotros y ver la casa con otros ojos. ¿Para qué guardamos tanto? ¿No sería más gustoso vivir con esta sensación fresca y ligera del verano todo el año? Te animo a que aproveches tus días de descanso para repasar tu casa y desprenderte de lo que ya no va contigo y no te deja espacio para seguir creciendo. O mejor dicho, ¡seguir reduciendo!